Vídeo: Kubrick: One-point perspective en vimeo

El director de cine Stanley Kubrick, definido por sus compañeros de profesión como “el amo”, fue sin duda una persona que triunfó profesionalmente en su ámbito de trabajo. Kubrick rompió película tras película con los esquemas establecidos hasta entonces y se convirtió en un creador que se atrevía con géneros tan dispares como la ciencia-ficción, el terror o el drama psicológico, innovando en cada nuevo trabajo y arriesgándose para no repetir el mismo tipo de película, algo que hasta ahora no ha hecho ningún otro director. Filmes tan dispares como Lolita, 2001: Una odisea en el espacio, El resplandor, La naranja mecánica, Barry Lyndon o Eyes Wide Shut son creaciones únicas y sorprendentes en cada uno de sus géneros.

Sin embargo, y a pesar de que los proyectos cinematográficos de Kubrick son muy diferentes sin responder a un género común –como ocurre con otros grandes directores, como Alfred Hitchcock o Woody Allen–, un estudio reciente sobre su planificación estética revela una sorprendente coincidencia: en todas sus películas existe un plano recurrente con el mismo tipo de encuadre, en el que todas las líneas de fuga concurren en el centro exacto de la pantalla.

Esta curiosa coincidencia, que se repite en toda su obra, llama la atención por un detalle insalvable: este plano contradice sistemáticamente la regla estética impuesta desde el Renacimiento por Leonardo Da Vinci, como bien saben la mayor parte de los directores de cine y los publicistas. Según esta regla, las líneas de fuga de un encuadre han de converger hacia un punto desplazado a dos tercios en la horizontal o en la vertical del encuadre, para que la obra plástica pueda considerarse armónica y bella. Es decir, lo asimétrico y descentrado pasó a considerarse canon de belleza frente a lo simétrico y centrado. Por lo tanto, se consideraba antiestética –y se considera aún hoy en día (no hay nada más que echar un vistazo al cine o la pintura para confirmarlo)– toda aquella propuesta en la que las líneas de fuga converjan hacia un punto situado en el centro de la pantalla, tal y como utilizó Kubrick en todas sus películas.

Con este asombroso vídeo se nos plantea una pregunta: ¿Por qué motivo Stanley Kubrick decidió utilizar en todas sus películas y de forma sistemática un plano que rompe con los cánones estéticos? ¿Puede ser que quisiera dejarnos un mensaje implícito o una especie de legado para hacernos pensar en alguna dirección concreta?

Aunque para los que somos profanos en el arte de la cinematografía nos pueda parecer que la insistencia de estos planos probablemente respondan a una mera casualidad, la mayoría de los directores de cine saben que cada plano y cada encuadre se trabajan minuciosamente para conseguir una propuesta estética concreta. En el cine, como en la pintura, nada se deja al azar. Por esta razón, este estudio sobre la obra de Kubrick –un triunfador indiscutible en su campo–, revela que la utilización de este encuadre no responde a una coincidencia fortuita sino a una intención premeditada y deliberada del director.  Pero, ¿por qué lo hizo? O mejor, ¿para qué?

El lector puede encontrar diversas explicaciones, algunas de ellas intuitivas, acerca del motivo por el que Kubrick decidió mostrar esta idea de forma recurrente. No es mi intención aventurarme a contar aquélla que ronda mi cabeza y prefiero dejar este asunto en manos de cada uno en función del mensaje que capte de manera subjetiva, como probablemente quiso hacer el propio autor. Sin embargo, lo que considero interesante del estudio de este caso, desde el punto de vista del Coaching, es ver cómo un hombre que había llegado al cénit de su aspiración como director de cine, una figura reconocida internacionalmente como uno de los realizadores más influyentes de todos los tiempos, sintió el impulso de dejarnos, escondido en su trabajo e inadvertido para muchos hasta ahora, un legado tácito que le permitiese alcanzar su propia autorrealización y contribuir con su talento no sólo al mundo del arte sino a la elevación de la conciencia de los espectadores que vieran sus películas.

Sabemos, como Maslow nos adelantó, que sólo las personas que consiguen vivir en ese proceso constante de autorrealización, aquéllas que con su trabajo consiguen conectar con su propósito vital realizando una contribución personal al mundo, son las personas que realmente alcanzan el éxito profesional. Pero, para ello, estas personas tienen que trascender la necesidad de sentirse valorados por los demás e incluso también la de demostrarse a sí mismos constantemente cuánto valen. Cuando las personas tienen satisfechas sus necesidades de estima, ya no necesitan afirmarse ante sí mismas ni ante los demás. Esto significa que han llegado a un lugar alineado con sus valores, con su identidad y con su misión.

Mientras que las necesidades básicas del ser humano (como tener un salario, pertenecer a un grupo u obtener el reconocimiento externo) deben ser satisfechas por un tercero, las necesidades más elevadas e importantes del ser humano –que ahora cada vez más demanda la sociedad, como la autoestima o la autorrealización– sólo se pueden conseguir desde el profundo conocimiento de uno mismo y desde la superación de nuestros obstáculos internos, como sin duda hizo Kubrick. Para esto, hoy en día cada vez es más ineludible recurrir a un estilo gerencial de Coaching, tanto en las empresas como en los individuos, sin el que cada vez, en el complejo entorno en el que nos movemos, nos resulta más complicado encontrar el camino hacia los estratos más altos de la pirámide de Maslow.

¿Te ha interesado este artículo? Síguenos en @Execoach Y apúntate a nuestra Newsletter mensual para recibir artículos prácticos para tu desarrollo profesional.

 

Rosa Cañamero
Coach Ejecutivo & Consultora de Transformación Cultural

Instagram @rosacanamerocoach