Son numerosas las veces en las que la felicidad y la eficiencia la vinculamos más a la productividad y menos a los tiempos de descanso, a tal punto, que por momentos no llegamos a distinguir la línea que separa el tiempo laboral y el tiempo de descanso. Tener miedo al ocio y al aburrimiento esporádico,  es un trastorno que se incrementa cada año y más si se trata de desconectar en las vacaciones estivales.

Y es que muchos de nosotros, tenemos la necesidad de cubrir nuestra agenda con un sinnúmero de compromisos que nos exige ser más productivos, competitivos, consumistas, pero sobretodo, altamente exigentes con nuestro trabajo y responsabilidades.

Somos varios los que caemos en la influencia de lo cuantitativo, es decir, que entre más cosas hagamos o sobreocupados estemos, más y mejores efectos conseguiremos. Sentimos la necesidad de organizar todo lo que queremos hacer, incluido el programar los espacios de descanso a tal punto, que si no cumplimos con lo que habíamos proyectado para nuestro tiempo de ocio, tenemos la sensación de que no podremos nunca descansar o amortizar nuestros días libres.

Llega la era tecnológica y se incrementa la Ociofobia

Vivir la era de la inmediatez, el que tengamos la capacidad de conectarnos en cualquier momento y en cualquier lugar y que sea totalmente natural participar de la hipercomunicación que ofrecen las redes sociales y los avances tecnológicos, son hechos que nos están alejando de esos espacios de silencio y ocio que teníamos en algún instante del día. Bien podía ser el trayecto al trabajo en tren o en autobús, las salas de espera o sentarnos en el sofá mientras solo queríamos por un rato hacer nada. Ahora esos espacios de tiempo son relevados sin distinción, por la tecnología.

Junto a esa sobreestimulación que es casi natural en especial en aquellas generaciones que han nacido en la era tecnológica, vale la pena detenernos en una enfermedad que se incrementa cada año y más cuando se acercan las vacaciones estivales o fines de semana. Hablamos de la Ociofobia, una palabra ideada por el psicólogo español Rafael Santandreu y que se define como la enfermedad del temor exagerado a la idea de no tener algo que hacer. Hablamos del miedo anticipado frente al ocio y al descanso.

Hay personas que tienen una enorme dificultad a la hora de cambiar sus actividades. Muchas veces, su constante auto exigencia o carga intensiva de trabajo, les genera pánico a perder tiempo o entrar en la inactividad y es por ello, que antes de decir sí a un día festivo o merecidas vacaciones estivales y sin perder en ningún momento un alto estado de ansiedad, prefieren evitarlas o inventar actividades que les permita sentir que no están desprogramados y controlan todo lo que hacen.

Ante el incremento de personas que sufren Ociofobia, surge la necesidad de impulsar al ocio y el descanso como un elementos necesarios y eficaces para evitar el estrés, el cansancio mental y el agotamiento. Las personas que aprenden a aplicar el descanso en su rutina y se permiten aburrir ocasionalmente, son más conscientes de la importancia de disfrutar del tiempo libre y saben encontrar el espacio idóneo para desconectar en algún momento del día.

¿Por qué aburrirse ocasionalmente es sano?

El aburrimiento en sí mismo, es un estado psicológico efímero y sirve para dar paso a nuevos estímulos que generan cambios vitales en nosotros mismos. Aceptar el aburrimiento ocasional, es totalmente saludable porque a su vez, nos permitimos vivir momentos de calma, de descanso mental, nos damos espacio para reflexionar, incitar a la creatividad, prestar atención a nosotros mismos y desconectar por instantes de las tareas cotidianas. Es un estado que bien gestionado, nos permite mejorar nuestra capacidad de decisión y se convierte en un buen incitador al cambio.

Cabe destacar que una cosa es hablar de aburrimiento efímero y otra, del aburrimiento prolongado, ya que de ser así, estaríamos refiriéndonos a una línea cercana a la apatía o a la depresión. Si la persona se aburre de forma prolongada y no actúa a tiempo ante esta situación, corre el grave riesgo de adentrarse al hastío, el estrés y la ansiedad, trastornos emocionales que en este caso, vienen especialmente ocasionadas cuando no cumplimos los deseos puestos en situaciones que ocurren y que no corresponden a lo que habíamos programado o deseado.

Para permitirnos aburrir por un instante del día y para aceptar en nuestras agendas un espacio al ocio, es importante aprender a relajarse y descansar, decir no a actividades innecesarias, dejar de programar todo lo que hacemos y permitirnos surgir y más si lo aplicamos en nuestro tiempo libre.

Deberíamos dejar de creer que el ocio es una obligación, permitirnos gestionar el tiempo libre sin agendas y sin dejar que las palabras productividad y organización, sean las protagonistas. Y para ello, es necesario no programar y generar unas expectativas equivocadas en lo que respecta a los tiempos de relajación y desconexión.

También es cierto, que centrarnos en el aquí y en el ahora, potenciar nuestra capacidad de concentración a través de rutinas de meditación como el Mindfulness, nos ayuda a mantener presentes en lo que hacemos y sin duda alguna, nos ayuda a entender más los momentos de ocio que requiere nuestro cuerpo, no solo con el fin de desconectarnos de lo que nos tensiona o nos conduce al hastío, sino que nos permite generar espacios en los que podemos pensar qué debemos cambiar para que lo que no nos gusta o perjudica se pueda resolver de otra manera.

Tras intentar repasar el por qué es importante permitirnos un instante para aburrirnos y respetar nuestro tiempo de descanso y ocio, quizá podríamos responder a las siguientes preguntas:

  • ¿Recuerdas cuándo fue la última vez que realmente te aburriste por un instante?
  • ¿Qué deberías cambiar para generar momentos de ocio y descanso?

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Mercedes Sánchez
Coach