Sabemos que la economía de China ha conseguido situarse entre las más grandes del mundo y que durante los últimos 20 años ha crecido a una proporción anual de casi el 10% de su PIB.  Lógicamente, muchos son los factores que han contribuido a que esto ocurra. Yo quiero destacar en este artículo uno de ellos, que se recoge de forma sencilla, en la filosofía de uno de sus viejos proverbios.  Dice más  o menos así: “ El hombre cuya cara no sonríe no debe abrir una tienda”

Recientemente hice un proceso de coaching ejecutivo a una directiva de una empresa de publicidad que me cautivó. RR.HH. me había informado de su brillante trayectoria profesional y de gran potencial para seguir promocionando, pero cuando me reuní con ella por primera vez, lo que más me llamó la atención de esta profesional de éxito, fue su simpatía, su cercanía y la seguridad en sí misma que irradiaba y me di cuenta de por qué era una profesional tan valiosa para la empresa, y no era sólo por su magnífico currículo ni por su dilatada experiencia, sino por su gran Inteligencia Emocional y Social.

Era una profesional tan valiosa para la empresa  no sólo por su magnífico currículo ni por su dilatada experiencia, sino por su gran Inteligencia Emocional y Social.

Al preguntarle cuál pensaba ella que era su mayor fortaleza, sin dudarlo me respondió que su Actitud Mental Positiva ante lo que le ocurría en el día a día. Te confieso – me comentó- que esta competencia me ha costado mucho desarrollarla; antes me dejaba arrastrar constantemente por los pensamientos negativos y veía todo lo que faltaba y no lo que ya había. Era más cómodo para mi supongo porque, de alguna manera, me sentía más protegida si anticipaba todos los posibles peligros y también porque obtenía un extraño placer al adoptar el papel de víctima.  Pero un día decidí que, si quería triunfar en mi trabajo y también en mi vida personal, tenía que dejar esos comportamientos tóxicos atrás y proyectar una imagen de éxito.  Y empecé a incluir en mi día a día pequeños rituales que me hacían conectar con esa sensación de abundancia y de triunfo que yo buscaba. Uno de ellos era antes de reunirme con mis clientes o con mi equipo, me paraba un minuto, tomaba un par de respiraciones profundas para que me ayudaran a parar mi mente y pensaba en un par de logros profesionales importantes que hubiese conseguido hasta entonces y también en lo aspectos más positivo de las personas y del proyecto que me voy a encontrar cuando entrara en esa reunión. Es solo un minuto – me decía- , pero me ayuda a conectarme con esa sensación de éxito que me hace poder entrar en a la reunión con una sonrisa y transmitir esa actitud positiva que, mágicamente, termina por contagiar al resto de los asistentes.  Es una sencilla técnica que influye de forma muy poderosa en cómo me veo a mi misma y en cómo los demás me perciben, como una persona segura, que transmite confianza.

Esta directiva se había dado cuenta de que, si elegía sus pensamientos y se focalizaba cada día de manera proactiva en lo positivo, cada vez tenía más pensamientos positivos y le resultaba más fácil ver las oportunidades que se le presentaban delante, y además, esto incidía directamente en cómo se sentía y en su fuerza vital para alcanzar y mantener sus objetivos.

Lo que ella había comprobado empíricamente, la neurociencia lo ratifica demostrando que detrás de cada pensamiento y detrás de cada experiencia en la vida, existe una actividad en las neuronas de nuestro cerebro. Lo que percibimos cada día en nuestra vida cotidiana, lo que pensamos y lo que sentimos va esculpiendo, repetición tras repetición, la actividad de nuestro cerebro y haciendo que éste vaya cambiando con cada experiencia.  Una regla de la neurobiología, la que es conocida como la regla de Hebb, dice que las neuronas que se disparan juntas se conectan entre sí y se vuelven a disparar juntas, y de esta forma se van produciendo cambios en el cerebro, que a su vez van haciendo cambiar a la mente, que no es otra cosa, que flujo de información.  Y al cambiar la mente también cambia nuestra forma de percibir la realidad y la forma en la que pensamos y en la que sentimos; este proceso se conoce como neuroplasticidad y consiste en la capacidad del cerebro de ir cambiando con las experiencias.

Elegir en lo que nos fijamos y lo que pensamos cambia físicamente nuestro cerebro y hace que nos resulte más fácil tener una u otra actitud mental. En la empresa, todo el mundo busca alcanzar sus objetivos, la diferencia entre las personas que los logran y las personas que no está en gran parte en su Actitud Mental.  Tener una Actitud Mental Positiva pasa por elegir en qué nos fijamos y en qué pensamos. Tenemos el poder de decidir de entre todos los pensamientos que nos vienen a la mente, con cuál elijo quedarme.  Con aquél que me paraliza y me hace sentir que he fracasado o con aquél que me impulsa a actuar y a ser cada día una mejor versión de mi mismo/a. La Actitud Mental no depende de condiciones externas, depende de condiciones internas.

Lo que nos sucede podemos verlo cómo algo terrible o cómo una oportunidad de crecer como personas y como profesionales.  Debemos ser honestos con nosotros mismos/as y pensar dónde está nuestra responsabilidad en lo que nos ocurre y qué podemos hacer para mejorar la situación.  Ver cómo puedo aprovechar cada circunstancia nueva que se me presenta para convertirla en una oportunidad.

No es lo que tenemos, lo que somos o lo que realizamos lo que nos hace alcanzar nuestras metas.  Es lo que pensamos acerca de todo ello.  Así, dos líderes pueden tener el mismo cargo en la misma empresa, realizar trabajos parecidos, ganar un sueldo similar y uno/a transmitir una imagen de éxito, ver en el cambio una oportunidad, dar seguridad a su equipo, verle todo su potencial y motivarlo para llevarlo a lo más alto y el/la otro/a paralizarse ante los cambios, fijarse solo en las debilidades de su equipo, desmotivarles, teniendo que tirar de su jerarquía para que hagan su trabajo, y dejar escapar el talento ¿Por qué?  Por su diferente Actitud Mental.

Como dijo John Kabat-Zinn: No puedes hacer desaparecer las olas del mar, pero puedes aprender a surfearlas.

 

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Rosa Cañamero
Coach Ejecutivo & Consultora de Transformación Cultural

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