La Inteligencia Emocional se sitúa en los últimos años como un valor al alza en las empresas y especialmente entre aquellos líderes que quieren influir en sus equipos de forma positiva y motivadora.
Somos seres emocionales y las emociones son una de nuestras partes esenciales. Si sabemos manejarlas apropiadamente, serán para nosotros una guía que nos proporcionará mucha información, tanto de nosotros mismos como de nuestro entorno. Sin embargo, en el día a día, no siempre prestamos la atención necesaria a nuestras emociones y a las de las personas que nos rodean. Preferimos dejarnos arrastrar por ellas hasta el punto de dejar que tomen nuestras decisiones, dirijan nuestras acciones y controlen nuestras vidas.
Un primer paso para gestionar nuestras emociones es identificarlas y aceptarlas como propias. Si las proyectamos en los demás y culpabilizamos a otros de cómo nos sentimos, estaremos perdiendo el control y dejándonos liderar por ellas.
Etiquetar una emoción significa que le estamos prestando “atención”. Esto nos ayudará a concentrarnos de forma deliberada y exclusiva en esta emoción, especialmente si no es deseada. Las investigaciones han constatado que esta técnica de observación, por sí misma, provoca una regulación de la emoción y un cambio de conducta: una especie de proceso de autorregulación.
Toda emoción aparece para cubrir una necesidad que tenemos, ya sea, por ejemplo, de supervivencia, reconocimiento o respeto, y nos ofrece información muy valiosa sobre nosotros mismos así como sobre la interpretación que damos a los hechos que percibimos. De ahí que el siguiente paso para gestionar las emociones que experimentamos en el día a día sea pararnos a descifrar el mensaje que nos están mandando para, de esta manera, recurrir a “parches emocionales” como la respiración, el cambio de actitud corporal o la utilización de pensamientos positivos para ponerles freno de forma inmediata, hasta que poco a poco vayamos tomando el control de la situación.
Para tomar este control de forma definitiva, el último paso es comenzar a recorrer el camino del autoconocimiento y del cambio personal. Sólo recorriendo este camino conseguiremos deshacernos de la adicción a las emociones negativas y lograremos, de forma sostenible, el equilibrio necesario para influir de manera positiva en nosotros mismos y en las personas que nos rodean.
Rosa Cañamero
Socia Directora-Execoach
Coach Ejecutivo PCC