Las emociones en sí mismas no son buenas ni malas, es un mecanismo que ha desarrollado el cuerpo para mandarnos información y ayudarnos a sobrevivir.  Nos informan acerca de nuestro entorno y de nosotros mismos, también de las necesidades que en ese momento tenemos y de cuáles son nuestros valores y principios prioritarios, también nos informan del estado emocional de los otros y a los otros del nuestro y por último nos preparan y nos impulsan a actuar.

Detrás de cada emoción hay una intención positiva, un beneficio que está recibiendo la persona por experimentar esa emoción, aunque en la mayoría de las veces pasa desapercibido para nuestro consciente. Descifrar este beneficio, nos ayuda a poner a la emoción en un contexto más global y nos hace reflexionar sobre ello y obtener el mensaje que nos mandan

Las emociones son una parte esencial de nuestra vida.  Son una guía interna que nos proporciona mucha información.  Sin embargo,  no siempre resulta fácil entender su mecanismo, ni manejarlas en el día a día, lo cual en ocasiones suele generar mucho sufrimiento sin sentido.  Un primer paso para gestionar estas emociones es identificarlas, aceptarlas y entender el mensaje que nos mandan.  Toda emoción aparece para cubrir una necesidad que tenemos, bien sea de supervivencia, tranquilidad, de respeto o de consuelo y nos ofrece información muy valiosa sobre uno mismo, sobre la interpretación que damos de los hechos que percibimos.

Así, por ejemplo el miedo surge para cubrir la necesidad de supervivencia o de calma.  Aparece como consecuencia de sentir que uno no es capaz de abordar algo, cuando la percepción que tenemos de nuestros propios límites está por debajo de lo que nosotros creemos que necesitamos para conseguir el éxito en el tema que abordamos.

El miedo es una señal de huída que nos hace tomar distancia, alejarnos del elemento que nos parece peligroso para nosotros mismos.

La ira nace para cubrir la necesidad de respeto.  Es el indicador de que ha sido violado por otros o por nosotros mismos algún valor o principio personal importante para nosotros.  El pensamiento es que han traspasado los límites que yo he marcado y se han metido en mi territorio.

La alegría cubre la necesidad de reconocimiento, aceptación, pertenencia.

En la edad adulta, surge cuando alcanzamos una meta importante para nosotros o experimentamos un acontecimiento gratificante. La función de esta emoción es motivarnos para continuar luchando por nuestros objetivos y generar cohesión con otros.

Es necesario gestionarla cuando se convierta en euforia, y ésta nos lleve a dejar de actuar por exceso de confianza, infravalorando riesgos que antes teníamos en cuenta y cuando sentimos la necesidad de estar alegre o eufórico todo el tiempo porque eso nos mantiene en un estado constante de ansiedad ante la búsqueda de tal sentimiento.

La tristeza aparece como consecuencia de un abandono, un fracaso.  Nos indica que ha llegado el momento de construir nuevos lazos afectivos, o de buscar nuevos objetivos.   Nos indica que la necesidad que en esos momentos necesitamos satisfacer es la del consuelo.

La ciencia nos dice que sin emociones no se puede vivir, ni decidir. Somos seres emocionales incluso antes de que el Homo fuera sapiens.  Es muy malo dejarse controlar por las emociones porque dificultan o alteran nuestro comportamiento,  pero peor es no tener emociones.  Un ser sin emociones no podría sobrevivir y aunque hoy no convivimos con fieras salvajes de las que nos tengamos que defender, si nos enfrentamos en ocasiones a coches conducidos por fieras.  Además las emociones nos sirven para comunicarnos, comprender a otras personas y en definitiva asegurar la transmisión de nuestros genes.
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Rosa Cañamero
Socia Directora-Execoach
Coach Ejecutivo PCC