Piensa en una persona del pasado que haya ejercido una profunda influencia positiva en tu vida, tanto personal como profesional. Puede ser un profesor que tuviste en la Universidad, uno de tus abuelos u otro familiar, un jefe del pasado, etc. Ahora piensa en qué hacía contigo esa persona, qué comportamientos tenía, qué actitud contigo generalmente. La mayoría de las personas dan respuestas como: «me escuchaba realmente, me valoraba tal y como era, confiaba en mí y en mis posibilidades incluso más que yo, me animaba, aceptaba mis emociones y a mí mismo,…»

La mayoría de los directivos y empresarios con las que hablo del tema de la influencia piensan que para influenciar más efectivamente en su entorno y en las personas a su alrededor tienen que impulsar, presionar, persuadir y empujar a los demás con mis ideas y opiniones. Es decir, la direccionalidad es desde mí hacia los demás, y la perspectiva es un tanto agresiva. Sin embargo, la verdadera influencia no funciona de esta forma. Quien más influye es quien toma la direccionalidad opuesta, es decir, la actitud de recibir de los demás, que implica empatizar, escuchar, ayudar y apoyar, animar y valorar, confiar, o dicho de otra manera: desde los demás hacia mí.

Parece que estos últimos comportamientos se asocian a una persona pasiva y poco líder. Pero no es cierto. Se suele decir con razón que quien lidera una conversación es quien menos habla. Porque al escuchar más, está recibiendo más información nueva y puede tener más puntos de análisis. Mientras que la persona que habla no se dice a sí misma nada nuevo porque ya sabe lo que está diciendo. Y se pierde el estar analizando cómo está y qué desea la otra persona.

Ese es el motivo de que los coaches ejerzamos una influencia tan poderosa sobre nuestros clientes, para que se desafíen a sí mismos, para que confíen más en sus posibilidades, para que se comprometan a salir de su zona de confort, para que se motiven a actuar. Esas conductas de la persona influyente son las que tiene más desarrolladas un coach.

Por tanto, si quieres ser más influyente, frénate y respira, escucha, indaga, valora y anima a los demás. Verás los resultados. Son casi mágicos.

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Javier Carril
Socio de Execoach
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