Hay dos posibles actitudes ante la vida y el trabajo. Una es la de víctima, y la otra es la de responsable o protagonista. Seguramente todos hemos pasado en nuestra vida por ambas actitudes, y si analizamos con calma qué nos aportó cada una de ellas, sabremos que el victimismo sólo nos trae negatividad, pesimismo, debilidad y nos impide afrontar los desafíos que tenemos y resolverlos. Por el contrario, la responsabilidad nos da fuerza, motivación, energía positiva, y nos hace actuar y movilizarnos hacia el cambio.

Es importante diferenciar entre ser una víctima y sentirse una víctima. Las personas afectadas por el atentado terrorista en Bruselas son, objetivamente, víctimas del atentado. Sin embargo, pueden elegir entre sentirse como víctimas o como responsables. Y esa elección puede marcar su vida. Irene Villa, por ejemplo, siempre ha dicho que no se siente una víctima del terrorismo, a pesar de que sí fue víctima de un terrible atentado de ETA.

Pero ¿Cómo detectarlo? ¿Cómo saber que estamos entrando en una actitud victimista y reactiva? No es tan sencillo, porque somos expertos en encontrar razones y excusas para justificar nuestro pesimismo o negatividad. Por otro lado, la única forma que tenemos para cambiar un comportamiento o actitud dañina es tomando conciencia de dicho comportamiento. Si no somos conscientes, es imposible que lo modifiquemos. Para facilitar esta toma de conciencia, a continuación expongo las 4 conductas típicas de la actitud de víctima:

  1. Nos centramos en el problema y en el pasado. Entramos en un círculo vicioso en el cual volvemos al problema y al pasado, en lugar de focalizar toda nuestra energía en la solución y en el futuro. Nos atascamos en este punto porque pensamos que debemos analizar y volver a analizar el problema, las causas, el origen. Pero lo cierto es que no suele ser una labor muy productiva, porque nos genera resentimiento, rabia y bloqueo. Nos impide avanzar y podemos perder un valiosísimo tiempo, necesario para buscar la solución.
  2. Desplazamos la responsabilidad de la situación fuera de nosotros. En el estado victimista, nosotros tenemos la razón y el que está equivocado es el otro. Y por eso, insistimos una y otra vez en el argumento de que son los demás (mi jefe, la empresa, el gobierno, etc.) quienes deben cambiar su conducta o actitud. Esta actitud es muy cómoda, pero nos lleva a un callejón sin salida. Sin embargo, siempre podemos hacer algo, siempre hay un espacio para cambiar o mejorar. Por tanto, debemos hacernos preguntas poderosas como: «¿Qué responsabilidad tengo yo en este asunto? ¿Qué debo cambiar de mi conducta o actitud? ¿Qué puedo hacer yo?» Estas preguntas nos guían por el sendero correcto, el de la responsabilidad.
  3. Criticamos y enjuiciamos a los demás. Una persona que critica, y no hace más que juzgar a los demás está en un estado de víctima. Cuando juzgamos y criticamos, evitamos poner el foco en lo que nosotros estamos haciendo mal, o en aquello en lo que nos hemos equivocado. Criticando y juzgando a los demás nos vamos envenenando progresivamente, porque los seres humanos tenemos la curiosa costumbre de creernos nuestras propias mentiras. Y estas mentiras generan en nosotros más rabia y resentimiento. Todo ello desemboca en el cuarto punto.
  4. Creemos que el mundo está en nuestra contra. Cuando creemos que no tenemos que cambiar o corregir nada de nuestra forma de actuar, y además creemos que los demás sí deben cambiar o corregir sus conductas o actitudes, y por tanto, son merecedores de nuestras críticas y juicios, poco a poco vamos entrando en un estado de desesperación. Porque los demás, por supuesto, no están dispuestos a cambiar porque lo digamos nosotros. La rabia que sentimos la vamos extendiendo, sin darnos cuenta, a otras personas y situaciones, distorsionando la realidad hasta límites esquizofrénicos que nos llevan a creer que somos las víctimas del mundo, y que todos quieren hacernos daño. Es nuestra guerra contra el mundo, que obviamente, perdemos siempre. Ya lo dijo muy lúcidamente el escritor checo Franz Kafka: «En tu lucha contra el resto del mundo, ponte del lado del resto del mundo».

En el fondo, y aunque parezca paradójico, el victimismo tiene su raíz en un profundo egocentrismo. Nos creemos el ombligo del mundo y por tanto, queremos que los demás se comporten conforme a nuestras expectativas, muchas veces demasiado elevadas o utópicas. En lugar de hacer examen de nuestras expectativas, cargamos contra los demás, amargando nuestro carácter, a veces para toda la vida.

En el mundo empresarial, el victimismo está muy extendido, igual que en el ámbito personal. Muchas personas esperan que los demás les solucionen sus problemas, y siguen esperando y esperando. Este comportamiento de procrastinar y posponer las decisiones y acciones es también algo característico de las víctimas. No actúan, sólo se quejan y critican.

Espero que a partir de ahora, pongas mucha atención en estos 4 comportamientos típicos del victimismo, con el fin de detectarlos cuando aparezcan, y poder así al menos elegir. Elegir hasta cuando quieres mantenerte en ese estado, elegir en qué momento cambiar la energía y ponerte en marcha para solucionar las cosas. Elegir vivir con plenitud, y trabajar con motivación y dando lo mejor de ti, que es mucho. Al final, la vida es muy corta para perderla con actitudes absurdas como el victimismo.

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Javier Carril
Socio Director