Cada vez más la inteligencia social se está convirtiendo en un valor al alza en nuestra sociedad, que ve como el ser una persona brillante en el trabajo no es suficiente para triunfar o alcanzar el éxito.

Durante mucho tiempo hemos creído que para ser inteligente bastaba con ser capaz de resolver problemas complejos, sin embargo, en 1980 Howard Gardner y su equipo nos hablaron por primera vez del concepto de inteligencias múltiples, con el que descartaban la idea de que el hombre sólo tuviera un tipo de inteligencia, como era comúnmente aceptado hasta entonces: la racional. Esto nos amplía la visión en este campo, hasta el punto de no considerar más inteligente a Einstein que a Mickel Jordan ya que, según este descubrimiento, sólo tendrían dos tipos de inteligencia diferentes. Gardner también fue el primero que definió la inteligencia como una “capacidad”, esto implica que no nacemos con un nivel de inteligencia que es inamovible a no largo de nuestra vida, sino que en nuestra mano está poder ampliarla a lo largo de ella.

Años después, y basándose en esta investigación, Daniel Goleman sorprendió a la comunidad mundial con el concepto de inteligencia emocional y marcó un antes y un después en el sector empresarial, llegando a ser imprescindible en los cursos de formación actuales dirigidos a cualquier líder o alto directivo que se precie de serlo. Hoy día, en determinados puestos de trabajo, especialmente los de gestión a alto nivel, se valora más la destreza en asuntos relacionados con la inteligencia emocional que con la racional. Pero los líderes del siglo XXI aún necesitan ir un paso más allá.

En el 2007 es el propio Goleman y también el investigador Karl Albercht, el que nos hablan por primera vez de la inteligencia social, y la definen como la capacidad de relacionarse de forma efectiva con los demás, para cooperar y conseguir objetivos comunes.

Hasta ese momento se consideraba que la Inteligencia emocional abarcaba las competencias intrapersonales – de relación con uno mismo-, como la autoconsciencia, la autorregulación y la automotivación; y las competencias interpersonales – de relación con los demás-, como la empatía y las relaciones sociales.  A partir de ese año, ambos autores consideran que es necesario tratarlas por separado para ser más eficientes en trabajar las aptitudes que nos definen en los diferentes contextos sociales, a pesar de que la frontera entre ambas inteligencias no está perfectamente definida, ya que lo que ocurre en nuestro entorno, influye en nosotros y de la misma manera como nos sintamos nosotros emocionalmente influye en nuestras respuestas hacia nuestro entorno.

Y así hoy podemos considerar la inteligencia emocional como una inteligencia interpersonal y la inteligencia social como una inteligencia interpersonal; siendo ambas, dos inteligencias complementarias y necesarias para conseguir el éxito personal y profesional.

La Inteligencia Social es una combinación de cinco habilidades de interacción, que Karl Albercht nombra con las siglas: SPACE.

  1. Consciencia Situacional. Capacidad para leer situaciones e interpretar los comportamientos de la gente en esas situaciones, como estados de ánimo, posibles interacciones o proclividad para interacturar.

 Un aspecto clave de la habilidad de la Consciencia Situacional es el conocimiento del contexto en el que te encuentras y el significado que tienen las palabras y los comportamientos en dichos contextos. En España ir a un funeral vestido de blanco se puede interpretar como una falta de respeto hacia la familia del difunto, no ocurriría esto mismo en India.

  1. Presencia. Es el modo en el que los demás nos perciben e influimos en ellos, a través de la apariencia física, el lenguaje corporal, el modo de llegar y ocupar el espacio en una habitación. A través de una determinada presencia puedes transmitir que eres o no una persona accesible, que se puede confiar en ti, que eres profesional, amable, simpática, segura o tímida.   

 Tener presencia incluye ser respetuosos con las personas que nos rodean y manifestar un interés real en ellas.  También estar disponible no sólo física sino también emocionalmente para las personas que consideremos y ser conscientes de sus problemas y necesidades.

También la presencia incluye una importante dimensión interior, que se ve reflejada en un equilibrado estado mental y emocional; conectando en este punto con la I.E.

  1. Claridad a la hora de comunicar. Esta dimensión se basa en el deseo y la capacidad para permitirse ser real y no falso o artificial.  Para eso necesitamos tener la confianza necesaria en nosotros mismos, como para asumir una nuestra autoridad.

Si tenemos esta competencia no centraremos nuestro comportamiento en buscar la aprobación ajena traicionando nuestros valores personales y tampoco manipularemos a los demás, ni permitiremos que los demás nos manipulen y seremos honestos y sinceros con los demás. Seremos ese tipo de personas con el que “se puede contar”.

  1. Autenticidad. Nuestra capacidad para expresar nuestros pensamientos, opiniones, ideas e intenciones con claridad y precisión.

Hace poco nos contrataron para facilitar el que dos equipos obligados a trabajar juntos se entendiesen. No cabe duda de que ambos responsables de departamento eran brillantes, pero tenían problemas en sus habilidades de Claridad.  Desconocer cómo usar el lenguaje apropiado estuvo a punto de costarle a uno de ellos su puesto de trabajo.

  1. Empatía. Es un estado de sentimiento positivo entre dos personas, lo que suele entenderse como compenetración.

 Lograr empatía con una persona significa conseguir que comparta un sentimiento de conexión con vosotros, que la conduzca a moverse “con y hacia” vosotros en lugar de “contra y lejos” de vosotros.

La I.S. es algo más que una herramienta. Supone una forma transformadora de relacionarse con los demás de forma sana y eficiente.  Si una empresa quiere avanzar sin el lastre que suponen líderes carentes de inteligencia social,  tiene que apostar por implantar de manera proactiva, un programa que desarrolle líderes con I.S. capaces de transmitir una visión más positiva, perfeccionar su capacidad de entender los patrones de relaciones dentro de su equipo y ayudar a sus colaboradores a reconocer en ellos mismos lo mejor que llevan dentro e invitarles a crecer como individuos y profesionales, en lugar de utilizar sus miedos para su propio beneficio.

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Rosa Cañamero
Coach Ejecutivo & Consultora de Transformación Cultural

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