Sustine et abstine “soporta y renuncia”. Este precepto de Epicteto es una máxima para los estoicos, expertos incansables en la conquista de la autarquía (autosuficiencia para ser feliz). Si repetimos mentalmente estos conceptos, suenan bastante fuerte, ya que soportar y renunciar se suelen asociar al sufrimiento. Sin embargo, la esencia de la línea de pensamiento del estoicismo radica en el auto control.

Los estoicos dividen las emociones en dos grupos, las negativas o disruptivas (rabia, miedo, envidia, celos…) y las positivas o constructivas (alegría, amor, gratitud, esperanza, etc.). El objetivo es minimizar las emociones destructivas y resaltar las positivas, o sea, cambiar el trazado emocional que habitualmente experimentamos las personas. Los estoicos consideran que permanecer demasiado tiempo en el enfado, el miedo, la culpa o el resentimiento, nos aleja del disfrute y la felicidad. Por eso, su propósito principal se enfoca en gestionar las reacciones ante acontecimientos desequilibrantes. Destacan que, aunque no podemos controlar lo que nos pasa en la vida, podemos controlar nuestra percepción, y esto es lo que marca la diferencia.

Ser resiliente tiene bastantes similitudes con la práctica del estoicismo. La resiliencia nos enseña, por un lado, a sobreponernos de la adversidad y por otro, a salir fortalecidos tras superarla. Séneca afirmaba que el mismo suelo en el que tropezamos, nos sirve de apoyo para levantarnos y avanzar. Entonces… ¿En qué apoyarnos para poder superar reveses, crecer en autoconocimiento y tener autocontrol? La resiliencia estoica es la respuesta.

Entrenar la resiliencia de la mano del estoicismo es muy útil en el entorno empresarial, ya que enseña a anticiparse a los contratiempos, analizar las consecuencias y plantear soluciones, desde una posición orientada a sustituir las reacciones impulsivas por respuestas reflexivas. También ayuda a discernir qué está en mi poder y qué no, favoreciendo una toma de decisiones más precisa. La resiliencia estoica o el estoicismo resiliente, nos invita a mejorar lo que está dentro de nuestro control, por ejemplo, si nos encontramos en una negociación dura, de rasgos hostiles, la clave es hallar desde la ética el acuerdo más beneficioso para ambas partes sin entrar en lucha de egos.

Una persona resiliente y estoica no juzga, porque considera que los comportamientos difieren según las circunstancias de cada uno. Esta línea de actuación puede evitar las desavenencias entre diferentes equipos de trabajo o los propios integrantes de cada grupo, ya que no se toman nada personalmente y abordan los acontecimientos desde una perspectiva neutral.

Es interesante promover una conciencia estoica en las organizaciones para reforzar la resiliencia de sus colaboradores y desarrollar modelos de cooperación y sostenibilidad. La introducción del pensamiento estoico contribuye a transformar la visión estratégica y la estructura de los objetivos multidepartamentales. De hecho, esta filosofía instruye a las élites de Silicon Valley, mostrándoles cómo aceptar y adaptarse a las situaciones fuera de su control y lejos de poder cambiarse.

El estoicismo incide en el perfeccionamiento de cuatro fortalezas: coraje, templanza, justicia y sabiduría. Imagínate siendo un líder que reúne y practica habitualmente estas destrezas. Visualiza cuánto poderío y calidad hay en tus acciones profesionales y personales. Los mayores beneficiados serán tu resiliencia, tu autoconocimiento, tu paz interior y, sobre todo, tus colaboradores 😉

“La ira: un ácido que puede hacer más daño al recipiente en la que se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierte”. Séneca.

 

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Carmen Celemín
Coach Ejecutiva & Coordinadora de Proyectos
Instagram@carmencelemincoach