Dice Pink Floyd en su canción “Money”: “Get a good job with more pay and you’re ok”. Esta frase de pincelada irónica me ha llamado la atención por el trasfondo del mensaje. En mi opinión, es interesante analizar hasta qué punto conseguir un buen empleo con más sueldo te hace estar bien. Sin duda, es un apunte curioso que genera debate.

Pegando un salto en la historia para averiguar cómo comenzaron las relaciones laborales y los primeros sueldos, encontramos que la esclavitud fue considerada por diversas civilizaciones como la forma natural y más adecuada de relación laboral. Se estima que el primer salario en especie se entregó en la revolución del neolítico, aproximadamente entre 10.000 AC y 6.000 DC, donde el acuerdo laboral consistía en realizar un trabajo físico a cambio de sustento. En el Imperio Romano los salarios estaban más establecidos, ya que eran una potencia bien organizada y fortalecida. Tanto los soldados como los altos cargos políticos tenían su propia retribución, en algunos casos dineraria y en otros, el pago se realizaba con artículos de primera necesidad, ropa o comida.

Actualmente, seguimos manteniendo esos modelos de remuneraciones económica y mixta (dineraria + especie) y aunque tienen buena aceptación entre ciertos perfiles, cada vez nos encontramos con más personas que demandan otro modo de recompensa, estímulos que cubran necesidades emocionales. Tiene bastante sentido, ya que el nivel de bienestar en el que nos encontramos nos mueve a seguir escalando peldaños en la pirámide de necesidades de Maslow. Una vez conquistados los dos primeros tramos, donde sentimos que están cubiertas las necesidades fisiológicas y de seguridad física, emerge la inquietud por alcanzar una contraprestación equivalente a recibir felicidad, un salario emocional y vivificante.

El salario emocional proporciona felicidad inmediata, alcanzable mediante reconocimiento, aprendizaje, equidad, relaciones interpersonales, clima laboral saneado, seguridad dentro del puesto de trabajo…

Para materializar estos ideales es interesante convertirlos en incentivos emocionales:

  • Días libres en los cumpleaños.
  • Teletrabajo para los empleados que necesitan conciliación.
  • Cursos de interés profesional y personal.
  • Cursos de autoconocimiento: inteligencia emocional, liderazgo, mindfulness, automotivación, etc.
  • Procesos de coaching para conseguir el máximo potencial profesional y personal.
  • Premios por los logros. Ej.: entradas para espectáculos, bonos para viajes, alojamientos, restaurantes, spas.
  • Flexibilizar horarios.
  • Guarderías dentro de la empresa.
  • Planes de wellbeing.
  • Habilitar zonas para descanso y meditación.
  • Regalar tiempo de calidad para escuchar las necesidades de los colaboradores.
  • Aumentar las oportunidades de promoción.
  • Fomentar un ambiente de trabajo de confianza, comunicativo y transparente.
  • Dar feedback constructivo y positivo.

Las personas que disfrutan de un salario emocional además del económico, muestran:

  • Fidelidad a su empresa. Son trabajadores de larga duración identificados con su compañía y con sentido de pertenencia a la misma.
  • Mejora en las relaciones profesionales, personales y familiares.
  • Distensión en el desempeño de sus competencias.
  • Menor índice de absentismo.
  • Mejor salud física y mental.
  • Atención al cliente de mayor calidad. Por lo tanto, tienen a los clientes más satisfechos.
  • Interés en el crecimiento de la compañía.
  • Mayor motivación.
  • Desarrollo del liderazgo, abriéndose a una comunicación más auténtica y responsable.
  • Ganas de crecer en equipo.
  • Mayor proactividad.
  • Potenciación del talento y desarrollo de nuevas habilidades.
  • Alegría e ilusión en general.

Cuando un empleado en fase de autorrealización nota que no tiene oportunidades de aprender, crecer, innovar o acompañar, aparte de perder motivación, pierde el vínculo que le une a su empresa, por lo que, por mucho dinero que puedan llegar a ofrecerle, difícilmente seguirá prestando su servicio a la compañía y volará.

Para comprender el sentido holístico que tiene el salario emocional, es importante que los directivos de las organizaciones escalen esas últimas posiciones de la pirámide y experimenten su momento de autorrealización. De esta manera, descubrirán el impacto positivo que tiene en ellos, y ese será el primer paso para que lo faciliten y promuevan en sus equipos, poniendo a su servicio el conocimiento, la compasión y el pensamiento sistémico. Cambiar de mentalidad es la manera de cambiar el discurso y poder hablar de inclusión, equidad, ecología, flexibilidad.., esos ideales que la mayoría de las veces se quedan en humo; no porque no haya una intención sana de materializarlos, sino porque la empresa aún está en proceso de crecimiento para conseguir una mentalidad ganadora.

El dinero es importante, pero hay cosas que yo no haría ni por todo el oro del mundo. Aunque digan que todos tenemos un precio, ¿será cierto?

 

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Carmen Celemín
Coach ejecutivo & Coordinadora de Proyectos
Instagram@carmencelemincoach