Los equipos están cada vez más distribuidos entre países, husos horarios y culturas, el concepto de influencia se ha convertido en un activo más valioso que el propio título en tu tarjeta de visita. Ya no basta con tener el cargo de “director” o “manager global”: lo que realmente marca la diferencia es tu capacidad de generar confianza, inspirar compromiso y movilizar a las personas hacia objetivos comunes.
Vamos a explorar cómo cultivar una influencia auténtica y sostenible en un entorno actual, utilizando técnicas prácticas que se apoyan en la psicología de las relaciones, en la comunicación consciente y en un estilo de liderazgo que privilegia la conexión por encima del ego. No se trata de fórmulas mágicas ni de frases hechas: es un conjunto de hábitos que puedes empezar a aplicar en tus reuniones, one-to-one o incluso en tus conversaciones de pasillo virtual por Teams o Zoom.
El fin del “yo, yo, yo”: cuando el protagonismo cambia de lado
Una de las trampas más comunes en la gestión de equipos grandes es caer en el egocentrismo. Suena duro, pero piensa en cuántas veces has estado en una reunión donde un colega habla sin parar de sus logros, de su equipo, de sus resultados, mientras los demás escuchan en silencio y esperan que termine. Ese tipo de discurso no genera conexión, sino distancia.
La influencia empieza justo al revés: cuando cedes el protagonismo y conviertes tu curiosidad en el motor de la conversación. Hacer preguntas abiertas, del tipo “¿Qué opinas tú sobre…?” o “¿Cómo lo ves desde tu área?” da a la otra persona el espacio para expresarse y sentirse relevante. Ese cambio de foco del “yo” al “tú” abre una puerta que ninguna presentación de PowerPoint puede conseguir.
La influencia auténtica no se impone, se gana a través de la conexión humana.
La curiosidad real como superpoder
La curiosidad genuina es uno de los rasgos más infravalorados del liderazgo moderno. Y ojo, hablamos de curiosidad auténtica, no de ese “te escucho pero en realidad estoy esperando mi turno para hablar”. Mostrar un interés real en lo que otros piensan y sienten refuerza la sensación de pertenencia.
Un manager de una multinacional con equipos en varios países tiene la oportunidad de aprender cada día de perspectivas diversas. Si preguntas con interés, sin agendas ocultas, no solo obtendrás mejores ideas: estarás construyendo un puente emocional que hará que tu equipo quiera escucharte también a ti cuando sea necesario.
La humildad como catalizador de cercanía
¿Recuerdas la última vez que alguien te corrigió y lo aceptaste con naturalidad? Esa reacción genera un efecto poderoso: transmite humildad y derriba la barrera jerárquica. Para un líder en un entorno global, aceptar correcciones sin ponerse a la defensiva es una manera eficaz de demostrar que nadie lo sabe todo y que el aprendizaje es mutuo.
Además, permite que otros se sientan útiles. En culturas corporativas donde a menudo se valora la competencia feroz, mostrar vulnerabilidad controlada no te debilita: te humaniza. Y la influencia nace precisamente de esa conexión humana.
Validar no es lo mismo que estar de acuerdo
Uno de los errores frecuentes en la comunicación de líderes experimentados es creer que, si validan la opinión de otro, automáticamente la aprueban. No es así. Validar es reconocer la perspectiva del otro, aunque no la compartas.
Frases como “Entiendo tu punto de vista” o “Comprendo por qué lo ves así” no te comprometen a nada, pero envían un mensaje claro: escucho, respeto y valoro tu visión. Esa validación mantiene la conversación abierta y evita que se cierre en un choque de posturas.
Un buen líder no habla más fuerte: escucha mejor.
El juicio, ese ladrón invisible de influencia
Juzgar bloquea la comunicación. Cada vez que criticas sin filtrar, levantas defensas en el otro. Y cuando alguien se siente atacado, deja de escuchar y empieza a preparar su respuesta defensiva.
Un buen líder evita ese círculo vicioso. No se trata de renunciar a dar feedback, sino de hacerlo desde la construcción y no desde el reproche. En lugar de “Esto está mal”, la influencia nace de frases como “¿Qué pasaría si probamos otra aproximación?”.
El lenguaje corporal habla más fuerte que tus emails
Hoy en día las reuniones virtuales dominan las interacciones en las empresas. El lenguaje corporal se ha vuelto más sutil pero no menos influyente. Mantener una postura abierta, asentir mientras escuchas, reflejar discretamente los gestos del otro sin caer en la imitación mecánica, todo eso envía señales de conexión.
Lo mismo ocurre con el contacto visual en cámara o con la gestión del espacio físico en una reunión presencial. Si tu cuerpo comunica apertura, tu mensaje se amplifica.
La música de tu voz importa tanto como tus palabras
El tono de voz puede convertir una frase neutra en una invitación o en una orden militar. Hablar con calma, amabilidad y empatía crea un entorno donde la gente se siente segura para compartir.
La influencia no surge de sonar autoritario, sino de sonar cercano. Un tono demasiado agresivo apaga la creatividad; un tono demasiado distante transmite desinterés. La clave está en el equilibrio: firmeza en el contenido, calidez en la forma.
La verdadera autoridad en una multinacional nace de la confianza, no del cargo.
El valor emocional como recuerdo duradero
Las personas rara vez recuerdan con exactitud lo que dijiste, pero nunca olvidan cómo las hiciste sentir. Ofrecer valor emocional es un arma de influencia silenciosa: una sonrisa auténtica, un gesto de apoyo, un reconocimiento oportuno.
En un equipo multinacional, donde la distancia cultural y geográfica puede enfriar los vínculos, esos detalles son los que marcan la diferencia. Tu influencia se multiplica cuando generas recuerdos emocionales positivos.
La paciencia como estrategia de largo plazo
La influencia auténtica no se impone: se construye. Y lo hace a través de pequeñas acciones constantes. Ser paciente significa entender que las relaciones sólidas se forman con el tiempo, no con un golpe de efecto en una sola reunión.
En la práctica, esto implica repetir comportamientos coherentes, cumplir lo que prometes, mantener la calma en momentos de tensión y seguir mostrando interés incluso cuando no hay nada “urgente” que resolver.
El arte de escuchar sin interrumpir
Escuchar bien es probablemente la habilidad más olvidada en el liderazgo. Un buen oyente no solo calla mientras el otro habla: hace sentir al otro que sus palabras importan. Animar a las personas a contar más sobre sí mismas, darles espacio para elaborar y no saltar con conclusiones rápidas crea una atmósfera donde la confianza florece.
Para un manager que lidera equipos multiculturales, esta habilidad es crítica. Escuchar es también aprender matices culturales, captar preocupaciones ocultas y anticipar conflictos antes de que exploten.
Liderar en la era de la influencia
Hoy, liderar no consiste en dar órdenes desde una torre de cristal. Consiste en generar impacto sin necesidad de levantar la voz, en crear un entorno donde la gente quiera dar lo mejor de sí porque siente que su líder los ve, los respeta y los apoya.
La influencia es, en esencia, la suma de humildad, curiosidad, empatía, validación y constancia. Y al integrarlas en tu estilo de liderazgo, no solo logras mejores resultados: creas equipos más comprometidos y resilientes, capaces de navegar la complejidad de los mercados globales.
Ponte en contacto con nosotros si quieres trabajar el liderazgo de tus managers.
Ángel Martínez Marcos
Coach Ejecutivo & Consultor de Transformación Cultural
www.amartinez.net
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