El término generación de cristal lo acuño la filósofa española Monserrat Nebrera y se refiere a las características psicológicas que tienen los nacidos después de los 2000, respecto a su fragilidad emocional cuando las cosas no salen como ellos quieren.

Sin embargo y para no generalizar, en este caso me voy a referir a todas aquellas personas que gestionan mal la frustración cuando sus objetivos no se cumplen o cuando las expectativas que tienen no son alcanzadas, por culpa de otros o quizás por culpa de un sistema injusto.

La aceptación es quizás la principal asignatura pendiente del ser humano. Cuando una persona espera un resultado de un esfuerzo concreto y no lo consigue, en multitud de ocasiones se frustra. Y hasta cierto punto, esta puede ser una reacción emocional natural. El problema surge cuando no somos capaces de gestionar esa emoción y nos arrastra día tras día sumiéndonos en un pozo de victimismo.

Supongamos que tengo un curriculum envidiable y una experiencia profesional más que amplia para presentarme a un puesto de trabajo en una empresa. ¿Qué ocurre si no consigo el puesto?

La cultura de la mejora continua se puede perder fácilmente si no tenemos un espíritu crítico.

Una mentalidad madura pensará que no se puede controlar todo o que había otra persona más apta que yo. Siendo sinceros con nosotros mismos, no solo cuenta el CV para conseguir un puesto sino las habilidades personales y profesionales que hayamos desarrollado a lo largo de los años. Son las ya tan conocidas soft-skills.

Sin embargo, una persona con una mentalidad infantil, y con esto no quiero decir que esta mentalidad la tenga la gente joven, puede caer en el victimismo, el “pobre de mi”, la mala suerte o incluso echando la culpa a un sistema que solo favorece a los “enchufados” y a todos aquellos que tienen contactos en la empresa.

Es cierto que puede haber ocurrido esto último. Sin embargo, las personas reactivas que no asumen nunca su responsabilidad echando balones fuera, suelen culpar a los demás de no alcanzar sus objetivos y esta mentalidad les puede llevar a no querer avanzar.

La pregunta que nos deberíamos hacer cuando tengamos una experiencia similar es: ¿Qué tengo que mejorar? ¿Qué puedo hacer para aumentar mis posibilidades en una futura entrevista?

La cultura de la mejora continua se puede perder fácilmente si no tenemos un espíritu crítico. De ahí que una mentalidad de cristal y una mala gestión de la frustración, puede desencadenar en una espiral de autocomplacencia que a largo plazo acabe siendo totalmente destructivo para nuestra imagen profesional.

Una de las herramientas que tenemos que utilizar de forma frecuente es el feedback. Debemos pedir feedback de nuestro entorno y me refiero al honesto, al que a veces nos molesta. Pero esa molestia temporal es la mejor amiga de cara a mejorar, a crecer y a ser mejor profesional.

Una vez escuché la frase “Cuando gano disfruto, cuando pierdo aprendo”. Quizás, esta forma de ver la vida nos pueda ayudar a gestionar mejor la frustración, a aceptar que no todo saldrá como esperamos y también a trabajar nuestra humildad, una cualidad personal que cuando se pierde, quizás, se puede llegar a perder la cabeza.

 

 

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Ángel Martínez Marcos
Coach Ejecutivo & Consultor de Transformación Cultural

Instagram @angelmartinezcoach