¡Qué es la vida sin errores! ¿Sabes cuántos errores cometidos a lo largo de la historia han tenido resultados brillantes? Alexander Fleming, por ejemplo, mientras investigaba el Staphylococcus, descubrió la penicilina tras olvidar durante todo un fin de semana unas placas con bacterias, en cuyo recipiente creció un hongo que las erradicó, dando paso al primer antibiótico.

Experimentar errores es necesario para evolucionar personal y profesionalmente, la cuestión es ¿qué tipo de creencias hay detrás del acto de errar? La mayoría son culturales y suelen asociarse al fracaso. Sin embargo, el error es una de las variables que acompañan al cambio, el emprendimiento, la innovación, la búsqueda de oportunidades y el éxito. Arriesgarse lleva implícito equivocarse, aunque “la equivocación” tal cual solemos interpretarla, puede llegar a convertirse en un conflicto interno que interfiere en el desarrollo de nuestras capacidades. Lo que tengo claro a estas alturas de mi vida es que cada vez que me equivoco, aprendo, y aprender me acerca más al triunfo que a la derrota, y, por ende, errar también.

Seguramente conozcas el tipo de política entorno al error que se aplica en tu empresa, aun así, es interesante observar en los equipos, qué elementos intervienen en las reacciones de sus integrantes cada vez que fallan. Cuando se percibe miedo, frustración, culpa o incluso ansiedad, y es generalizado, es evidente que en ese ecosistema se castiga el error. Como consecuencia, nos encontraremos con equipos desfortalecidos, desmotivados y frenados en su avance.

Actualmente, gran número de organizaciones están comprometidas con el bienestar laboral, sin embargo, todavía tienen como asignatura pendiente impulsar una conciencia del fallo desde un punto de vista positivo. Adaptar la empresa a las nuevas tendencias implica comprender que se pueden cometer errores sin que estos determinen el futuro de la compañía. Una cultura de empresa enfocada en la mejora continua del presente permite la libre expresión de sus individuos, eliminando por tanto el temor a exponerse y “ser mal visto”.

Las organizaciones que cuentan con culturas abiertas, dónde se escucha a los colaboradores, se les permite experimentar, se promueve la libertad y la confianza y se aplaude la cultura del error, tienen mejor clima, mayor productividad, atracción y retención del talento, mentes creativas, progreso en los planes de innovación, y un sinfín de ventajas que animan al sistema a arriesgar, compartiendo decisiones y tomándolas cada vez más complejas, delegando fluidamente, dejando atrás el formato de “jefe embudo”, ilustre por generar atascos de tareas, cuyo miedo infundado se basa en el pensamiento de que sus colaboradores se equivocan, olvidan o ejecutan deficientemente.

Entendamos que no se trata de fomentar el fallo, sino de aceptarlo como lección positiva y como parte del crecimiento individual y colectivo, necesario para abordar el cambio en las empresas.

La vida es prueba-error, en cualquiera de sus dimensiones y en cualquier grado de expertise, el fallo está presente ¿y qué? ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿y lo mejor? Una buena manera de empezar a cambiar la visión sobre el error es hacer una inversión de pensamiento, desechando mentalmente el concepto negativo o la asociación de pérdida y abrazándolo emocionalmente como oportunidad de desarrollo. Los errores son algo puntual y forman parte de la trayectoria de los objetivos y de la actividad pura y dura. Cuando reconoces los errores, los desdramatizas y los expones públicamente, ganas:

  • Autoconfianza.
  • Autocrítica.
  • Capacidad de resolución
  • Responsabilidad
  • Valentía

“Cada vez que cometo un error me parece descubrir una verdad que no conocía”. Maurice Maeterlinck, Escritor belga. 1862-1949.

 

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Carmen Celemín
Coach Ejecutiva & Coordinadora de Proyectos
Instagram@carmencelemincoach