Sabemos, como Maslow nos adelantó a través de su famosa pirámide, que sólo las personas que consiguen vivir en un proceso constante de autorrealización, aquéllas que con su trabajo logran conectar con su propósito vital, son las personas que realmente alcanzan el éxito profesional. Según Maslow, estas personas tienen que trascender la necesidad de sentirse valoradas por los demás e incluso también la de demostrarse a sí mismas constantemente cuánto valen. Cuando las personas tienen satisfechas sus necesidades de estima, ya no necesitan afirmarse ante sí mismas ni ante los demás. Esto significa que han llegado a un lugar alineado con sus valores, con su identidad y con su misión.

Mientras que las necesidades básicas del ser humano (como tener un salario, pertenecer a un grupo u obtener el reconocimiento externo) deben ser satisfechas por un tercero, las necesidades más elevadas e importantes del ser humano –que ahora cada vez más demanda la sociedad, como la autoestima o la autorrealización– sólo se pueden conseguir desde el conocimiento de uno mismo y la superación de los obstáculos internos. Para esto, hoy en día cada vez es más ineludible recurrir a un estilo gerencial en el que se humanice a las empresas, para que aumente la motivación de las personas y se pueda desarrollar su máximo potencial logrando que se sitúen en los estratos más altos de la pirámide.

El director de cine Stanley Kubrick, fue sin duda una persona que triunfó profesionalmente en su ámbito de trabajo. Kubrick rompió con los esquemas establecidos hasta entonces y se convirtió en un creador que se atrevió con géneros tan dispares como la ciencia-ficción, el terror o el drama psicológico, sin repetir el mismo tipo de película, algo que hasta ahora no ha hecho ningún otro director. Filmes tan dispares como Lolita, 2001: Una odisea en el espacio, El resplandor, La naranja mecánica, Barry Lyndon o Eyes Wide Shut son creaciones únicas y sorprendentes en cada uno de sus géneros.

Sin embargo, un estudio reciente sobre su obra revela una sorprendente coincidencia: en todas sus películas existe un plano recurrente con el mismo tipo de encuadre, en el que todas las líneas de fuga concurren en el centro exacto de la pantalla.

Esta curiosa coincidencia, llama la atención porque este plano contradice la regla estética impuesta desde el Renacimiento por Leonardo Da Vinci, según la cual las líneas de fuga  han de converger en un punto que no esté centrado sino, por el contrario, desplazado a la derecha o a la izquierda. Es decir, lo asimétrico y descentrado pasó a considerarse canon de belleza frente a lo simétrico y centrado.

¿Por qué motivo Stanley Kubrick decidió utilizar en todas sus películas un plano que rompe con los cánones estéticos? O mejor, ¿para qué? En el cine, como en la pintura, nada se deja al azar. ¿Podría ser que más allá de la propuesta estética quisiera dejarnos un mensaje implícito o una especie de legado para hacernos reflexionar?

Resulta motivador descubrir cómo un hombre que había llegado a la cúspide de su aspiración profesional, una figura reconocida internacionalmente como uno de los realizadores más influyentes de todos los tiempos, sintió el impulso de dejarnos, escondido en su trabajo e inadvertido para muchos hasta ahora, un legado tácito que le permitiese alcanzar su propia autorrealización y contribuir con su talento no sólo al mundo del arte sino a la elevación de la conciencia de los espectadores que vieran sus películas.

Para alcanzar el auténtico éxito profesional,  para trabajar con la motivación adecuada y aportar valor a las empresas,  es necesario sentir que con nuestro trabajo estamos contribuyendo positivamente a la sociedad. En ese momento nos situamos en el estrato más alto de la pirámide: el de la autorrealización. ¿Y tú, te has parado a pensar cuál es tu legado?

 

Rosa Cañamero
Socia Directora-Execoach
Coach Ejecutivo PCC