“¿No te vas a rendir verdad? Te daré un consejo gratis -abandona-”. Así de rotundo fue Bronson Peary con su discípulo Eddie Edwards en la película “Volando Alto”. Film biográfico basado en la trayectoria deportiva de Eddie “The Eagle”. Un saltador de ski británico, insólito y valiente, que nunca dejó de creer en sí mismo a pesar del rechazo de su propio país. “Me echaron de todos los equipos antes de demostrar todo lo que puedo hacer, por eso necesito mi momento”. Eddie veía clara su línea de crecimiento y estaba seguro de culminar con éxito su meta pese a sus limitaciones físicas y técnicas. Superó innumerables obstáculos, remontó todos sus fracasos y siguió adelante con su proyecto, aun contando con un entrenador escéptico, de mentalidad fija, al que aleccionó y cautivó tras numerosas exhibiciones de esfuerzo, motivación, inversión de tiempo y práctica. Peary se inspiró gracias a la constancia de Edwards y consiguió cambiar su condición limitadora por una actitud enfocada al éxito. Sin duda, Eddie y Bronson son un buen ejemplo de liderazgo y mentalidad de crecimiento en equipo.

Observando a los jefes en general, veo que tienen la virtud de convertir un trabajo en algo motivador y emocionante, o en algo que pasa sin pena ni gloria, o, peor, en un infierno. Independientemente de la categoría, ya sea un directivo, un gerente o un supervisor, cualquiera de las situaciones variará dependiendo de la mentalidad que cultiven. Fija o de crecimiento. ¿Cómo influye una u otra en los líderes de las organizaciones? Veamos las diferencias a continuación.

Mentalidad fija o estática. Estos líderes suelen ser perfeccionistas. La búsqueda de la perfección les lleva a la rigidez de pensamiento y a una visión encasillada en lo absoluto. Delegan pocas tareas porque creen que nadie hace el trabajo como ellos, lo que les convierte en “embudos” para sus colaboradores. Tienen baja tolerancia a los errores. Evitan los retos por los obstáculos que pueden presentar, por lo que son poco innovadores. Gestionan los cambios con actitud negativa ya que se sienten bastante apegados a su zona de confort. No suelen compartir información ni conocimientos, por miedo a perder prestigio. Tienen la creencia de que las habilidades son innatas y no se pueden desarrollar.

Los equipos resultantes del ejercicio de una mentalidad fija por parte de sus líderes reflejan igualmente individuos con mentalidad estática. Pasivos. Individualistas. Con baja creatividad, cuyas acciones se limitan a la ejecución de las instrucciones recibidas. Cometer errores les genera ansiedad, ya que temen las penalizaciones posteriores. Terminan siendo quejicas e intolerantes con los compañeros y superiores. En definitiva, un equipo con estas características será portador de mal ambiente en la empresa. Lo triste es que, en ocasiones, hay personas dentro de estos equipos con alta motivación, creatividad, proactividad y actitud positiva, que terminan frustrados y contaminados por el hedor limitador que respiran.

Mentalidad de crecimiento o de aprendizaje.  Los líderes con esta mentalidad muestran interés por su evolución y la de su equipo. Creen en la mejora continua, en su propio potencial y en el de toda persona con la que se relacionan. Les motivan los retos ya que conllevan aprendizaje. Contemplan el error como una de las variables del desempeño, considerando normal que aparezca en un 10% de los casos, aprovechándolo para detectar las áreas de mejora. Creen en el desarrollo de las capacidades y el talento, y en el dominio de nuevas habilidades a través del estudio y la práctica. Por eso delegan tareas con toda confianza, sabiendo que es cuestión de tiempo que sus colaboradores se desenvuelvan con soltura en nuevas funciones. No necesitan usar su rol de jefe para desplegar su liderazgo. Descubren las oportunidades que presentan los obstáculos. Aprovechan el feedback que reciben para diseñar soluciones estratégicas a los problemas. Dan feedback constructivo a los miembros de sus equipos y les animan a progresar profesionalmente.

Un equipo con mentalidad de crecimiento es un equipo de alto rendimiento. Beneficiario del liderazgo abierto e integrador. Gozan de autonomía. Sus procedimientos se basan en la claridad, la transparencia y la comunicación. Suelen tomar iniciativas porque su líder les motiva e inspira. Practican la responsabilidad compartida. Son visionarios y están enfocados en la innovación y el progreso. Reconocen los logros y los celebran. Trabajan más horizontal que piramidalmente. En resumen, el producto de un equipo con mentalidad de crecimiento tiene mayor calidad, genera mayores beneficios a la compañía y, sobre todo, proporciona aire fresco en el clima laboral.

Necesitamos líderes innovadores en las organizaciones, líderes que estén en la onda del growth mindset. No importa si tu mentalidad actual tiende a lo estático, lo primordial es que tengas visión largoplacista y la inquietud de experimentar ese cambio mental que te permita desarrollarte y proyectar tu expansión en tu equipo, tus pares o, por qué no, convertirte en el referente de tus jefes. ¿De qué lado estás?

 

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Carmen Celemín
Coach Ejecutiva & Coordinadora de Proyectos
Instagram@carmencelemincoach