Hasta hace poco tiempo, la mayoría de nosotros, al oír la palabra liderar, la relacionábamos con «autoridad» y no con «poder de influencia«, y a continuación pensabamos en nuestros colaboradores, como aquellas personas en las que podemos y debemos ejercer esa autoridad. Sin embargo,  ahora ya, en este punto de desarrollo del Management, todos tenemos claro que el verdadero líder es aquel que ejerce su poder de influencia desde la confianza que transmite. Y desde ahí consigue que sus colaboradores le sigan no desde la obligación, sino desde el deseo de hacerlo.
Cuando existe un verdadero liderazgo, tanto el líder, como la persona que le sigue, actúan desde la libertad. En el momento en que esto deja de suceder en la relación, el líder deja de serlo para convertirse simplemente en un superior que da órdenes.

La errónea percepción de que liderar implica ejercer autoridad, nos lleva a encontrarnos con líderes que sólo tienen la fuerza moral de liderar a las personas que jerárquicamente dependen de ellas. Pero, si les cambiamos la percepción de la palabra y en lugar de relacionarsela con «ejercer autoridad» se la relacionamos con «ejercer influencia positiva», quizás ya no verían tan descabellada la idea de poder liderar incluso a su propio jefe. Y no sólo a él, sino a todas las personas que les rodean, bien sean compañeros, clientes o familiares.

Todos hemos comprobado que, sin el apoyo de las personas que ejercen autoridad sobre nosotros de una u otra forma, como ocurre con nuestros jefes, difícilmente vamos a poder implantar determinadas maneras de trabajar o de llevar a cabo ciertas acciones. Igualmente, si no conseguimos liderar a aquéllos sobre los que no tenemos autoridad directa (ni ellos sobre nosotros), como es el caso de nuestros compañeros de trabajo, nuestros socios o nuestros clientes, poco podremos conseguir.

¿Cómo podemos, entonces, influir en las personas que nos rodean?  La respuesta es muy sencilla, aunque lograrlo sea una tarea compleja. Conseguiremos liderar a los demás si potenciamos nuestra Inteligencia Social. Esa inteligencia interpersonal que nos permite relacionarnos de forma efectiva con los demás, generando confianza, cooperando y consiguiendo objetivos comunes.

 Cinco de los factores clave para conseguirlo son los siguientes:

1) Aprender a gestionar nuestras emociones. No debemos perder el control sobre nuestro temperamento, en especial cuando nos enfadamos porque algo no sale según nuestras previsiones. No es malo tener una emoción, aunque sea la ira o el odio. Todos experimentamos esas emociones alguna vez. Gestionar bien las emociones no significa reprimirlas. Lo importante es poner conciencia en para que sean transitorias y no apegarnos a ellas ni al posible beneficio que obtengamos.

Decía Aristóteles que cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.

2) Actuar según nuestros valores. Son los que nos marcan de forma inconsciente las decisiones que tomamos en cada momento. Actuando desde la coherencia nos ganaremos por un lado nuestro respeto y también el respeto de los demás porque transmitiremos autenticidad.  

3) Conocernos en profundidad. Decía una inscripción en la puerta del oráculo de Delfos «gnosce te ipsum», conócete a ti mismo. Ésa es la base de la sabiduría y nos hace tener el poder en nuestras manos. Si partimos de una visión errónea de nosotros mismos difícilmente vamos a poder identificar lo que verdaderamente nos está limitando y poner acción para eliminarlo o para transformarlo en algo que nos potencie.

El conocernos a nosotros mismos en profundidad, nuestras virtudes y nuestras miserias, nos capacita para comprender y empatizar con el otro, desde la no exigencia y la aceptación.

4) Interesarnos de forma auténtica por los demás. La forma de comunicarnos en el siglo XXI ha cambiado radicalmente. El uso de Internet o de las redes sociales hace que el concepto de «amistad» o «compañerismo» tenga una connotación totalmente distinta. El otro día leí un chiste que decía: «Eres más falso que un amigo de Facebook». La autenticidad en el trato hacia los demás comienza por profundizar en las relaciones y no quedarnos en la superficie. Y eso es imposible hacerlo simplemente con un correo electrónico o contestando a un post en Twitter. Si quieres preocuparte por alguien genuinamente, llámale por teléfono o, si te es posible, fija una cita en persona para hablar mirándole a la cara.Cuando nos interesamos auténticamente por los demás, conseguimos que los demás lo hagan de la misma manera por nosotros.

5) Comunicar desde la honestidad. De nada sirve comunicarnos con palabras generosas, correctas, precisas y específicas si las ideas que transmitimos no están conectadas directamente con lo que somos nosotros, con los que pensamos y sentimos en ese momento.

Aumentar nuestro poder de influencia en los demás, empieza por aumentar el  poder de influencia sobre nosotros mismos, liderarnos para convertirnos en una mejor persona día a día.

Parafraseando a Dale Carnegie: «Cualquier tonto puede criticar, censurar y quejarse, y casi todos los tontos lo hacen.  Pero se necesita carácter y dominio de uno mismo para ser comprensivo y capaz de perdonar».

La esencia del verdadero poder de influencia, del verdadero liderazgo, se puede resumir en una frase: «Nunca podremos ser mejores líderes que personas»

Y desde ahí, sin pretenderlo, podremos influir positivamente en los demás y, con ello, liderar a las personas de nuestro entorno para construir un mundo mejor.

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Rosa Cañamero

Socia directora Execoach