El departamento que lidera uno de los clientes que nos ha contratado recientemente se estaba quedando cada vez más rezagado en la multinacional a la que pertenece. Su equipo estaba nervioso y, su familia, preocupada al verle cada vez más distante y malhumorado.  Al profundizar en el proceso de coaching, me comentó que le costaba entender la razón por la que, cuando no había tenido nadie a su cargo, siempre había cumplido con los objetivos marcados; mientras que, por el contrario, cuando por fin disponía de un equipo de personas competentes, no lograba que el trabajo saliese a tiempo y que estuviera a la altura de las exigencias de la empresa.  Su incapacidad para contar con la colaboración de su equipo era lo que realmente estaba frenando a su departamento; ya que no conseguía llegar a sus colaboradores para transmitirles lo que deseaba obtener de ellos ni motivarles para que lo llevaran a cabo.

Después de esta importante toma de conciencia, dedicamos varias sesiones a explorar aspectos que le ayudasen a descubrir por dónde estaba “haciendo aguas” su inteligencia emocional con el fin de comenzar el camino hacia su fortalecimiento.

Somos seres emocionales y las emociones son una parte esencial de nosotros mismos, por lo que no podemos ignorarlas. Por el contrario, si sabemos manejarlas apropiadamente, serán para nosotros una guía que nos proporcionará mucha información, tanto de nosotros mismos como de nuestro entorno. Sin embargo, en el día a día, no siempre prestamos la atención necesaria a las emociones: ni a las nuestras ni a las de las personas que nos rodean. Preferimos dejarnos arrastrar por ellas hasta el punto de dejar que tomen nuestras decisiones, dirijan nuestras acciones y controlen nuestras vidas.

En el proceso de ser más inteligente emocionalmente, el primer paso es identificar y aceptar las emociones que experimentamos en cada momento como propias. Si las proyectamos en los demás y culpabilizamos a otros de cómo nos estamos sintiendo, estaremos perdiendo el control y dejándonos liderar por ellas. Etiquetar una emoción significa que le estamos prestando “atención”. Esto nos ayudará a concentrarnos en ella de forma deliberada y exclusiva, especialmente si no es deseada. Los estudios realizados al respecto y mi propia experiencia constatan que esta técnica de observación, por sí misma, provoca ya una regulación de la emoción y un cambio de conducta: una especie de proceso de autorregulación.

Pero quizás lo más importante de experimentar las emociones, es tener presente que toda emoción aparece para cubrir una necesidad emocional que tenemos, ya sea ésta de supervivencia, reconocimiento o respeto, y por tanto nos ofrece una información muy valiosa sobre nosotros mismos y también sobre la interpretación que damos a los hechos que percibimos. De ahí que el siguiente paso para gestionar las emociones que experimentamos en el día a día sea descifrar el mensaje que nos están mandando. Experimentar curiosidad por el mensaje que nos mandan nuestra emociones nos permite aprender mucho de nosotros mismos y de cómo percibimos lo que nos ocurre: ¿Estoy interpretando que mi equipo no me respeta? ¿Me estoy preocupando por algo que muy probablemente nunca ocurra? ¿He puesto demasiadas expectativas en esa persona? ¿Me estoy exigiendo demasiado?
Sentir esta curiosidad nos ayuda a dominar la emoción y nos marca el camino que seguir para poner acción y solucionar el desafío que, en ese momento, tenemos con nosotros mismos .

Hasta que poco a poco vayamos tomando el control de la situación, para frenar una emoción en un momento dado podemos recurrir a lo que llamamos “parches emocionales”: la respiración, el cambio de actitud corporal o la utilización de pensamientos positivos.

Para tomar este control de forma definitiva, el último paso es comenzar a recorrer el camino del autoconocimiento y el cambio personal. Sólo recorriendo este camino conseguiremos deshacernos de la adicción a las emociones negativas y lograremos, de forma sostenible, el equilibrio necesario para influir de manera positiva en nosotros mismos y para ser un líder carismático que influya en las personas que nos rodeen.

¿Te ha interesado este artículo? Síguenos en

Y apúntate a nuestra Newsletter mensual para recibir artículos prácticos para tu desarrollo profesional.


Rosa Cañamero

Socia directora Execoach