Execoach entrevista a Manuel Bonachela, Ex director Gerente de Internet de elEconomista.  Manuel nos habla de la importancia de la inteligencia emocional en el sector del periodismo.

Execoach: ¿Cómo definirías lo que significa ‘trabajar con Inteligencia Emocional?

Manuel: Básicamente, escuchar al capital humano de una empresa y comprender sus necesidades para motivarles a la hora de conseguir los retos corporativos. Uno de los principales problemas, a mi juicio, de la empresa española es que no sabe caracterizar el factor emocional que, en tiempos de crisis como este, resulta fundamental para conseguir mantener los costes a raya mientras se crean nuevas líneas de ingresos. Ahora que tenemos menos recursos ‘líquidos’, necesitamos más capacidad emocional para seguir creando incentivos orientados y personalizados a la necesidades reales del trabajador, que sean tangibles y que les ayude a una mayor motivación en el día a día.

E: Según tu experiencia, ¿Cómo piensas que se utiliza la Inteligencia Emocional en el mundo del periodismo?

Manuel: Personalmente, siempre me ha parecido fascinante observar cómo el periodismo es capaz de utilizar dicho factor de manera individual con gran capacidad de acierto –por ejemplo, a la hora de componer y lanzar productos que conectan emocionalmente con sus clientes- mientras que a la hora de componer y reciclar sus estructuras de personal, por ejemplo, aún tiene mucho camino que recorrer. La reconversión que pasa el sector del periodismo terminará una vez que las editoras consigan conectar con su trabajador y plantillas con el mismo éxito con el que lo han hecho hasta ahora con sus lectores –en cualquiera de sus formatos-

E: En tu opinión ¿Cómo sería la forma más eficaz de trabajar en la empresa? 

Manuel: Creo que habría que cambiar la mentalidad a un punto inverso del que venimos. Anteriormente, la idea era trabajar toda la vida en una misma empresa o bien hasta la jubilación o bien hasta que, tras señalar hacia otro lado cuando algo dentro de la misma –desde los niveles básicos retributivos hasta los cambios de ciclo o estructura de la misma- nos provocaba incomodidad extrema, ese factor cuando era extremo nos forzaba a salir  de la empresa. Ahora, se trata de todo lo contrario: lo primero, entender que el cambio hacia un tejido empresarial moderno nos permitirá más libertad en la elección y el tiempo de estancia en una empresa. Por eso, podemos ser más valientes y no sólo ‘dejarnos llevar’ sino contribuir al cambio y al crecimiento de las mismas con la misma mentalidad, casi, de un emprendedor. Se trata de contribuir al cambio sin miedo a ese todo o nada que teníamos antes grabado en nuestro ADN.

En el futuro seremos más emprendedores, por lo tanto, –aún dentro de las empresas- que empleados tradicionales. Y las empresas lo premiaran, reforzando el premio a ese perfil, más orientado a la innovación y la asunción de responsabilidades nuevas y capacidad de catalizar entornos hacia cambios que generen valor y en perjuicio de la antigua mentalidad, más centrada en un trabajador ‘dócil’, operativo pero que generaba escaso valor añadido a la corporación.

E: ¿Puedes contarnos alguna de tus experiencias en el que el uso de la Inteligencia Emocional haya sido decisivo en tu trabajo?

Manuel: El trabajar con un equipo multidisciplinar, con diversos perfiles laborales, en un entorno de alto rendimiento y en constante cambio te permite darte cuenta de que sólo mediante la adopción de herramientas emocionales –motivación, escucha activa, ‘acompañamiento’, visión de equipo…- puedes conseguir ser al mismo tiempo flexible y consistente a la hora de cumplir y superar los retos que te marcas.

E: ¿Destacarías alguna iniciativa novedosa llevada a cabo por ElEconomista para promover los beneficios de la Inteligencia Emocional?

Manuel: Entendemos que cada uno de los miembros de nuestros equipos son personas y, además, que dichas personas y su talento son la clave en el éxito o en el fracaso de lo que hacemos. Hemos intentado configurar un ambiente de ‘puertas abiertas’ y donde se respira un ambiente de horizontalidad a la hora de poder expresar o incluso proponer objetivos, productos o nuevas visiones del proyecto intelectual. En ese sentido intentamos dar lo mejor de nosotros mismos y enseñar y al mismo tiempo aprender cada día de nuestros colaboradores, apoyándoles en muchas iniciativas.

E:¿Cómo el uso de la Inteligencia Emocional contribuye al desarrollo y crecimiento de una empresa?

Manuel: Cuando una persona de tu equipo crece, no sólo crece tu equipo, crece también el global de la empresa. Fomentar el crecimiento de un empleado, su adaptación plena al entorno, razonar los objetivos corporativos y compartir la responsabilidad a la hora de cumplir los mismos para premiarle cuando se alcanzan es algo indispensable en el día a día de la empresa. Un colaborador motivado, sin miedo al cambio y a los desafíos y que sabe generar una cultura de equipo y cooperación es el activo más valioso con el que debe contar una empresa que superar esta crisis.

E: Y según tu experiencia ¿Cómo piensas que el coaching contribuye al desarrollo de la Inteligencia Emocional?

Manuel: El proceso emocional, en general, es sofisticado y en los entornos laborales tendemos a mezclar emociones personales y laborales que nos hacen, en muchos casos, sobrevalorar o minusvalorar situaciones o incluso retos planteados a nivel compañía. El saber utilizar la palanca de las emociones es crucial para llegar a buen puerto y no es algo que se traiga puesto de serie: un especialista en este ámbito puede ayudarnos a pulirnos y a potenciar nuestra visión crítica e incluso nuestra potencialidad de asumir y alcanzar nuevas metas.

E: ¿Qué te gustaría añadir para finalizar?

Manuel: Creo que el mayor recorrido de los cuadros directivos y las empresas españolas está, precisamente, en buscar el valor adicional que pueden aportar sus colaboradores y sus equipos. Una empresa en la que los gestores no tienen capacidad de conectar emocionalmente con sus plantillas es una empresa que seguramente no sobrevivirá a la crisis. Las nuevas estructuras corporativas son más flexibles para sobrevivir al cambio y los costes, con los procesos de digitalización, son mucho más bajos, pero eso hace girar al tejido empresarial hacia territorios con negocios sin apenas barreras de entrada donde el talento que el individuo o el equipo suma al agregado de la plantilla es el que marca el éxito o el fracaso de una corporación. Ahora más que nunca, la motivación y el factor emocional son determinantes para que una compañía consiga superar y reforzarse ante una crisis de este calibre.