En los colegios no nos enseñan cómo gestionar nuestro tiempo, se da por hecho que para alcanzar el éxito y triunfar en la vida lo importante es acumular conocimientos y datos.  Y eso no es que esté mal, pero si sólo hubiésemos adquirido conocimientos y no hubiésemos desarrollado por nuestra cuenta otras competencias, como la de la gestión del tiempo, probablemente no hubiésemos conseguido aprobar ningún examen.  Y si la gestión del tiempo es importante para superar los exámenes, cuanto más no lo será para conseguir realizar un buen trabajo, llevar una vida sin estrés o alcanzar nuestros objetivos, sean de la índole que sean.

La competencia de la gestión del tiempo es, desde mi punto de vista, la competencia más importante que necesitamos desarrollar para llevar las riendas de nuestra vida y tener opciones de alcanzar nuestros sueños.  Sin embargo, y a pesar de su importancia, es una de las competencias que estadísticamente tenemos menos desarrolladas.  Un dato: “Un empleado medio desperdicia 31 horas mensuales en  reuniones inefectivas”.

Uno de los obstáculos mentales con el que nos encontramos a la hora de administrar nuestro tiempo es que no lo vemos como un recurso tangible,  algo que podamos ver o cambiar de sitio físicamente.  Y aunque está comprobado que la facilidad que tenemos para organizar nuestro espacio está relacionada con la que tenemos para organizar nuestro tiempo y también nuestras ideas, siempre nos va a resultar más fácil organizar un armario que organizar una agenda.

Para poder organizar bien el tiempo tenemos que aprender a verlo de una forma más tangible.  Darnos cuenta de que realmente no es muy diferente a organizar el espacio.  Si comparamos un armario con una agenda podremos ver las semejanzas: un armario es un espacio limitado en el que sólo podemos meter un cierto número de objetos, igual pasa con nuestras horas del día, son limitadas. Los días no son infinitos y si lo pensáramos de esta manera, no nos programaríamos infinidad de tareas cada día y no nos sorprenderíamos y frustraríamos al ver como muchas de ellas se quedan sin hacer. Cada día es un contenedor, un depósito con una cantidad fija de minutos que no se pueden sobrepasar, ni estirar.

Del mismo modo, igual que si en un armario colocamos las cosas de cualquier manera, sin atender a orden alguno, nos cabrán menos que si las colocamos de forma ordenadas, lo mismo pasa con nuestra agenda, podremos hacer muchas más tareas y de manera más eficaz, si en lugar de programamos al azar, tenemos en cuenta, entre otras cosas, el tipo de tarea y su importancia.

Cuando nos demos cuenta de que el tiempo tiene fronteras, igual que el espacio, seremos más realistas con lo que tenemos que hacer y estaremos más motivados para aprender a hacerlo.

El primer y gran paso para empezar a dejar de sentir que la falta de tiempo devora nuestras vidas, es programar de manera diaria nuestra agenda. Para ello es imprescindible identificar, por un lado, los distintos roles que desempeñamos (empresario o trabajador, cónyuge, padre, hijo, amigo, …) y por otro, las distintas áreas que tenemos como seres humanos y que debemos atender para sentirnos sanos y con energía vital, y me refiero a nuestra parte física, mental, emocional y espiritual.   Y luego definir nuestros objetivos en cada uno de esos campos y las tareas que nos empujan hacia ellos y por último tirar de realismo para programar esas tareas, teniendo en cuenta el entorno en el que trabajamos y vivimos, en el que puede haber interrupciones, ruidos externos, reuniones o tareas imprevistas y compañeros más o menos difíciles y nuestros biorritmos.

El segundo gran paso es entrenar nuestra mente para que no se evada de lo que estamos haciendo en cada momento, para poder mantenerla a raya, evitando que nos invadan nuestras  preocupaciones o deseos de estar haciendo algo diferente. La mente humana está comprobado que no puede hacer dos cosas a la vez, por eso sólo seremos eficaces en lo que hacemos si toda nuestra atención está puesta en ello.

El tercero y último es transformar este conocimiento en sabiduría. Podemos leernos muchos libros y asistir a muchos cursos sobre cómo gestionar bien nuestro tiempo, pero sólo cuando, día a día empecemos a llevarlo a cabo, a dedicarle tiempo diario a programar nuestra agenda y apliquemos la proactividad y la asertividad necesarias para cumplirla, sólo cuando a pesar de que no lo consigamos día tras día, sin decaer nos volvamos a levantar y sigamos intentándolo hasta que lo tengamos integrado y hayamos generado el hábito, entonces podremos experimentar todos sus grandes beneficios.

Se necesita confianza y fuerza de voluntad. A partir de ese momento estaremos preparados para alcanzar el auténtico éxito profesional y personal y trabajaremos con la actitud y con la motivación adecuada para aportar valor a nuestras vidas y a las empresas en las que trabajamos.

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Rosa Cañamero

Socia directora Execoach