Una empresa es como una orquesta. Hay diferentes tipos de músicos, cada uno de ellos con una especialidad, con un protagonismo diferente a la hora de interpretar la música. Y por encima de ellos está el director de orquesta, en este caso el empresario.

Algo bien diferente es cuando el empresario, por falta de recursos o formación empresarial, se convierte en un músico más, tocando uno de los instrumentos. ¿Y qué sucede si ese empresario empieza a tocar más de un instrumento de la orquesta? ¿Qué ocurre si toca todos los instrumentos?

Que nadie está para dirigir la orquesta, la dirección estratégica está vacía, y el empresario desgasta su energía y tiempo en tareas que no le corresponden. Es lo que se denomina “el empresario orquesta”: él es la secretaria, el director de marketing, el director de recursos humanos, el contable y el informático.

La saturación de la empresa es inevitable, unido a que las tareas se realizan con una calidad ínfima, ya que nadie puede realizar de forma profesional y excelente todas las tareas diversas de una empresa, exactamente igual que ningún músico es un especialista de todos los instrumentos musicales. El empresario-orquesta no es realmente un empresario, es un empleado más de su propia organización.

El empresario está para dirigir y pensar, no para producir. Pero todos sabemos que en el mundo de la PYME es muy frecuente encontrarnos con empresarios que se dedican únicamente a producir, a producir, a producir. Equivocadamente, se quejan de la gestión del tiempo y acuden a cursos con demasiada teoría y pocos resultados prácticos.

Vamos a proporcionarle dos ideas prácticas (hay muchas más, desde luego) para salir de la rueda destructiva del empresario-orquesta:

  • Dedicando un pequeño espacio de tiempo cada día para pensar
  • La Delegación selectiva

Vamos a profundizar en estas dos ideas. La primera de ellas implica levantar la cabeza y mirar hacia arriba, y tener la conciencia de que pensar también es producir. La diferencia es que esta clase de producción es la que va a hacer crecer nuestra empresa, éste es el tiempo realmente bien aprovechado. Si cada día dedicamos 10 minutos a pensar sobre qué tipo de empresa queremos construir, para qué hemos creado nuestro proyecto, qué necesidades nuevas de nuestros clientes podemos cubrir, qué nuevos servicios o productos podemos inventar, etc… un nuevo mundo se abrirá ante nosotros. ¿Es muy exigente para usted dedicar 10 minutos diarios a esta tarea? Entonces dedique 5 minutos. No voy a garantizarle nada. Sólo le pido que lo pruebe durante el período de un mes con absoluto rigor. Y después, saque conclusiones.

Respecto a la delegación, no quiero entrar en los tópicos habituales. Todos sabemos que es necesario delegar, aunque no es cierto que haya que hacerlo siempre y con todos los empleados. Esta es la delegación selectiva. Depende del profesional con el que estemos tratando habrá que delegar más o menos. Hay empleados a los que será necesario dictar instrucciones y controles estrictos de su trabajo, mientras que a otros habrá que dejarlos volar. Sin embargo, es bueno que seamos sinceros con nosotros mismos. Cuando no delegamos, muchas veces decimos: Es que si la persona no me transmite confianza ¿Cómo voy a delegar en él funciones importantes?. Ante esta frase, caben dos posibilidades:

  • El empresario debe despedir a su empleado puesto que no confía en él.
  • El empresario sólo permite su manera de hacer las cosas y no es capaz de delegar, excusándose en la falta de capacidad de su empleado. En este caso, la falta de capacidad es del empresario por no admitir otras maneras de realizar el trabajo.

Este último comportamiento lo llamamos Invasión, porque el empresario invade todos los ámbitos de trabajo de sus colaboradores, impidiendoles crecer y dar lo mejor de sí mismos en la empresa. El comportamiento contrario sería la abdicación, cuando el empresario tiene falta de asertividad y delega demasiado en sus colaboradores, olvidando sus auténticas responsabilidades.

En definitiva, mediante la delegación selectiva y el pequeño espacio para pensar, el empresario-orquesta puede convertirse en el director de la orquesta, y salir de esa carrera de la rata de la que es tan difícil salir, por no tener suficiente perspectiva o formación.

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