Simplificando, podríamos decir que hay dos tipos de personas en las empresas atendiendo a su forma transmitir el aprendizaje.

Unos, que los podríamos llamar los “tarros de cristal”, por su hermetismo a la hora de compartir y comunicar sus conocimientos con otros compañeros y por otra parte tenemos a los que llamaremos los “neuronales”, que comparten de forma abierta la manera de trabajar que tienen, con el fin de expandir su know how y claro, también con la intención de absorber el conocimiento de otros.

Hace años en las empresas, el primer tipo, el de “tarros de cristal” y la cultura del hermetismo se contemplaban como algo normal. Y podía tener su razón, porque una persona solía entrar a trabajar para una compañía y en muchas ocasiones acababa su vida profesional allí, con lo que esa opacidad en su saber hacer le daba una especie de protección a su puesto de trabajo. De hecho, yo mismo recuerdo haber tenido esta conversación con una compañero de hace años que me dijo “Esto te lo cuento a ti porque tenemos buena relación y porque sé que tú nunca me vas a quitar el puesto”.

Ahora bien, hoy en día las reglas han cambiado. Entrar en una empresa a trabajar a los ventitantos y jubilarte en la misma, es bastante improbable.

¿A qué se debe?

Por una parte, las empresas ya no son tan estáticas como hace años. No lo son porque no lo pueden ser. Porque el mercado evoluciona a una velocidad de vértigo y porque los clientes son cada vez menos fieles y cambian de productos y servicios de una forma espectacular. Y este mercado, necesita profesionales que se vayan adaptando rápidamente, que cambien, que aprendan y debido a ello, muchas veces se necesita el cambio de estos por otros de distintos sectores o con un visión más expandida.

Una de las habilidades que más se valora en las empresas no es el conocimiento, sino la capacidad de aprendizaje y la gestión del cambio a los nuevos y constantes retos.

Aquí es donde entra al terreno de juego el trabajador “neuronal”. Este profesional no tiene nada que ver con el anterior. Al igual que las neuronas están interconectadas y constantemente comunicándose entre ellas de forma que su fortaleza existe gracias a su red no por su individualismo, el “neuronal” trabaja de la misma forma.

Esta persona es abierta, es comunicativa, no tiene miedo a compartir sus experiencias, fracasos y en pedir opinión para que otros le ayuden. Este trabajador, comparte las buenas prácticas para que otros se puedan empapar de las mismas y genera una deuda intelectual con los demás, que a la larga viene de vuelta y consigue mejorar sus habilidades y sus conocimientos de forma exponencial.

Ahora bien, las empresas deben crear los espacios necesarios para que los trabajadores compartan información, fomentando los momentos de intercambio de conocimiento, potenciando el trabajo en equipo y al final creando empresas inteligentes.

Si eres empresario, gerente, directivo o jefe de equipo, detecta cuál es el nivel de apertura de tus colaboradores a compartir conocimientos dentro de tu departamento, cuáles son las resistencias a hacerlo y a partir de ahí, crea estos espacios de comunicación y de buenas prácticas.

 

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Ángel Martínez Marcos Coach Ejecutivo & Socio Director